LA SOLEDAD
EL FENÓMENO DE LA SOLEDAD
(1a. parte)
La Soledad es una realidad ambivalente, puede ser una realidad que ahoga y que orilla a la desesperación, o bien, puede ser un elemento que ayuda a madurar y a crecer como personas, dentro de un grupo y delante de Dios. La soledad hace referencia, primordialmente, al tipo de relaciones que establecemos con nosotros mismos.
Para comprender mejor la soledad vamos a descubrir esas formas distorsionadas de entenderla en nuestro mundo. Hoy en día nos decimos necesitados de soledad, pero en lo que realmente pensamos es en un tiempo y en un espacio para nosotros, para no ser molestados por la gente, para poder pensar y hacer nuestras propias cosas; y en este caso la soledad es algo mas bien parecido a la “privacidad”. También pensamos que la soledad es algo así como una estación de servicio, a donde llegamos para recargar nuestras baterías, o como la esquina del cuadrilátero, en donde nuestras heridas son aliviadas y masajeados nuestros músculos; o sea, la soledad la vemos como un lugar donde hacemos acopio de nuevas fuerzas para continuar en la lucha diaria de la vida. Pero esto no es realmente la soledad en sentido profundo.
La soledad es una realidad vivida dramáticamente por gran parte de la población en la actualidad, y las más de las veces aunque se presenta como algo bueno y deseable, trae sus consecuencias negativas. El joven de familia pequeña generalmente vive en una ambiente de soledad, poco contacto con sus padres (por el trabajo), busca la privacidad de su cuarto, se divierte solo en los video juegos, viste de negro para expresar esa tremenda soledad.
Los adultos viven en un mundo de relaciones humanas definidas por el trabajo y la productividad, en donde generalmente hay poca profundidad humana; existe una gran cantidad de comunicaciones y de relaciones, pero pocas de ellas lo humanizan. Por ello busca la “soledad” como una huída de ese gran cúmulo de relaciones, pensando que ya tiene demasiada comunicación, en el hogar prefiere el aislamiento, la TV, la computadora, etc. Se llega a experimentar como una carga el llegar a platicar con la familia.
Los ancianos generalmente viven solos, en parte porque no se les puede atender, y tal vez hasta ellos mismos lo busquen y lo deseen como fruto de una visión de la vida, en la que se considera que cada quien es responsable de sí mismo y que no deben interferir ni ocasionar problemas a los demás.
Y aquí está el centro del problema, vivimos en una cultura que ha endiosado el individualismo, como fruto de la búsqueda de la libertad individual.
Nuestra cultura espera de la vida espiritual, que les enseñe a encontrar a Dios en la soledad y en el ritmo agitado de vida y de relaciones que vivimos día con día. Se espera de los guías espirituales poder encontrar un verdadero valor a la soledad, y que les enseñen cómo asumirla positivamente.
El ser humano es antropológicamente un ser solo, nace solo y muere solo; aunque es esencialmente “social”, la experiencia demuestra que sólo quien sabe vivir solo sabe también vivir plenamente las relaciones humanas. Para no caer en la fusión o en la absorción en las relaciones se requiere la soledad. Solo quien no teme descender a la propia interioridad puede afrontar el encuentro con el otro. La incapacidad de interiorización se convierte en incapacidad para crear y vivir relaciones sólidas y profundas.
La persona que no sabe decir “yo” no está preparada para decir “tú”; ya que es imposible descubrir y aceptar el misterio del hermano, si antes no se ha descubierto y aceptado el misterio de sí mismo. Cuanta más exterioridad, menos persona; cuanta mas interioridad, mas persona.
Cuando la persona consigue la percepción de sí mismo, entonces nos viene la sensación de que yo soy diferente a todos los demás; soy algo singular, absoluto y sin duplicados. Cuando decimos el pronombre “yo”, pronunciamos la palabra más sagrada del mundo después de la palabra Dios. El ser humano es esencialmente “soledad”, en el sentido de que se siente único, inédito e irrepetible, en el sentido de su singularidad, de su “mismidad”.
Todos llegamos a experimentar nuestra “soledad” existencial aún cuando se esté casado o se viva en una comunidad; un sufrimiento, un problema, la muerte de un ser querido nos duele, y todas las palabras o buenos deseos no nos sacan de nuestro dolor, ahí estamos solos, y solos enfrentamos esas situaciones.
Pero no toda soledad es positiva, hay algunas formas de fuga de los otros que son patológicas. Existe el “aislamiento”, lo cual implica la cerrazón a los demás, el deseo de no estar con los otros, el miedo a la alteridad. También tenemos la clausura, el mutismo. Pero en el lado opuesto está el continuo hablar, el activismo desmedido; el equilibro entre ambos extremos está la soledad que es equilibrio, armonía, fuerza y solidez.
(continuará)
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