SAN FRANCISCO DE ASÍS 4 DE OCTUBRE
San Francisco de Asís
Hijo de
un rico mercader llamado Pietro di Bernardone, Francisco de Asís era un joven
mundano de cierto renombre en su ciudad. Había ayudado desde jovencito a su padre
en el comercio de paños y puso de manifiesto sus dotes sustanciales de
inteligencia y su afición a la elegancia y a la caballería. En 1202 fue
encarcelado a causa de su participación en un altercado entre las ciudades de
Asís y Perugia. Tras este lance, en la soledad del cautiverio y luego durante
la convalecencia de la enfermedad que sufrió una vez vuelto a su tierra, sintió
hondamente la insatisfacción respecto al tipo de vida que llevaba y se inició
su maduración espiritual.
Del lujo
a la pobreza
Poco
después, en la primavera de 1206, tuvo San Francisco su primera visión. En el
pequeño templo de San Damián, medio abandonado y destruido, oyó ante una imagen
románica de Cristo una voz que le hablaba en el silencio de su muda y amorosa
contemplación: "Ve, Francisco, repara mi iglesia. Ya lo ves: está hecha
una ruina". El joven Francisco no vaciló: corrió a su casa paterna, tomó
unos cuantos rollos de paño del almacén y fue a venderlos a Feligno; luego
entregó el dinero así obtenido al sacerdote de San Damián para la restauración
del templo.
Esta
acción desató la ira de su padre; si antes había censurado en su hijo cierta
tendencia al lujo y a la pompa, Pietro di Bernardone vio ahora en aquel
donativo una ciega prodigalidad en perjuicio del patrimonio que tantos sudores
le costaba. Por ello llevó a su hijo ante el obispo de Asís a fin de que
renunciara formalmente a cualquier herencia. La respuesta de Francisco fue
despojarse de sus propias vestiduras y restituirlas a su progenitor,
renunciando con ello, por amor a Dios, a cualquier bien terrenal.
A los
veinticinco años, sin más bienes que su pobreza, abandonó su ciudad natal y se
dirigió a Gubbio, donde trabajó abnegadamente en un hospital de leprosos; luego
regresó a Asís y se dedicó a restaurar con sus propios brazos, pidiendo
materiales y ayuda a los transeúntes, las iglesias de San Damián, San Pietro In
Merullo y Santa María de los Ángeles en la Porciúncula. Pese a esta actividad,
aquellos años fueron de soledad y oración; sólo aparecía ante el mundo para
mendigar con los pobres y compartir su mesa.
La
llamada a la predicación
El 24 de
febrero de 1209, en la pequeña iglesia de la Porciúncula y mientras escuchaba
la lectura del Evangelio, Francisco escuchó una llamada que le indicaba que
saliera al mundo a hacer el bien: el eremita se convirtió en apóstol y,
descalzo y sin más atavío que una túnica ceñida con una cuerda, pronto atrajo a
su alrededor a toda una corona de almas activas y devotas. Las primeras (abril
de 1209) fueron Bernardo de Quintavalle y Pedro Cattani, a los que se sumó,
tocado su corazón por la gracia, el sacerdote Silvestre; poco después llegó
Egidio.
San
Francisco de Asís predicaba la pobreza como un valor y proponía un modo de vida
sencillo basado en los ideales de los Evangelios. Hay que recordar que, en
aquella época, otros grupos que propugnaban una vuelta al cristianismo
primitivo habían sido declarados heréticos, razón por la que Francisco quiso
contar con la autorización pontificia. Hacia 1210, tras recibir a Francisco y a
un grupo de once compañeros suyos, el papa Inocencio III aprobó oralmente su modelo de vida
religiosa, le concedió permiso para predicar y lo ordenó diácono.
Con el
tiempo, el número de sus adeptos fue aumentando y Francisco comenzó a formar
una orden religiosa, llamada actualmente franciscana o de los franciscanos.
Además, con la colaboración de Santa Clara, fundó la rama femenina de la
orden, las Damas Pobres, más conocidas como las clarisas. Años después, en
1221, se crearía la orden tercera con el fin de acoger a quienes no podían
abandonar sus obligaciones familiares. Hacia 1215, la congregación franciscana
se había ya extendido por Italia, Francia y España; ese mismo año el Concilio
de Letrán reconoció canónicamente la orden, llamada entonces de los Hermanos
Menores.
Por esos
años trató San Francisco de llevar la evangelización más allá de las tierras
cristianas, pero diversas circunstancias frustraron sus viajes a Siria y
Marruecos; finalmente, entre 1219 y 1220, posiblemente tras un encuentro con Santo Domingo de Guzmán, predicó en Siria
y Egipto; aunque no logró su conversión, el sultán Al-Kamil quedó tan
impresionado que le permitió visitar los Santos Lugares.
Últimos
años
A su
regreso, a petición del papa Honorio III, compiló por escrito la regla
franciscana, de la que redactó dos versiones (una en 1221 y otra más
esquemática en 1223, aprobada ese mismo año por el papa) y entregó la dirección
de la comunidad a Pedro Cattani. La dirección de la orden franciscana no tardó
en pasar a los miembros más prácticos, como el cardenal Ugolino (el futuro papa
Gregorio IX) y el hermano Elías, y San Francisco pudo dedicarse por entero a la
vida contemplativa.
Durante
este retiro, San Francisco de Asís recibió los estigmas (las heridas de Cristo
en su propio cuerpo); según testimonio del mismo santo, ello ocurrió en
septiembre de 1224, tras un largo periodo de ayuno y oración, en un peñasco
junto a los ríos Tíber y Arno. Aquejado de ceguera y fuertes padecimientos,
pasó sus dos últimos años en Asís, rodeado del fervor de sus seguidores.
Sus
sufrimientos no afectaron su profundo amor a Dios y a la Creación: precisamente
entonces, hacia 1225, compuso el maravilloso poema Cántico de las criaturas o Cántico
del hermano sol, que influyó en buena parte de la poesía mística española
posterior. San Francisco de Asís falleció el 3 de octubre de 1226. En 1228,
apenas dos años después, fue canonizado por el papa Gregorio IX, que colocó la
primera piedra de la iglesia de Asís dedicada al santo. La festividad de San
Francisco de Asís se celebra el 4 de octubre.
Obras de
San Francisco de Asís
Privadas
de datos cronológicos, las obras de San Francisco de Asís documentan, no la
vida del santo, sino el espíritu y el ideal franciscanos. Gran parte de estos
escritos se ha perdido, entre ellos muchas epístolas y la primera de las tres
reglas de la orden franciscana (compuesta en 1209 o 1210), que recibió la
aprobación oral de Inocencio III.
Sí que
se conserva la llamada Regla I (en realidad segunda), compuesta en
1221 con la colaboración, por lo que hace referencia a los textos bíblicos, de
Fray Cesario de Spira. Esta regla (llamada no
selladaporque no fue aprobada con el sello papal) consta de veintitrés
capítulos, de los cuales el último es una plegaria de acción de gracias y de
súplica al Señor, y reúne las normas, amonestaciones y exhortaciones que San
Francisco dirigía a sus cofrades, las más veces en ocasión de los capítulos de
la orden.
La Regla II, en realidad tercera
(y llamada sellada, puesto
que recibió la aprobación pontificia el 29 de noviembre de 1223), consta de
sólo doce capítulos y no es más que una repetición más concisa y ordenada de la
precedente, respecto a la cual no presenta (como algunos investigadores han
querido afirmar) novedades sustanciales. Es la que continúa en vigor en la
orden franciscana. En el Testamento,
escrito en vísperas de su muerte e impuesto como parte integrante de la regla,
San Francisco lega a sus compañeros de orden, como el mayor tesoro espiritual,
a madonna Pobreza.
En la
primera edición completa de las obras de San Francisco de Asís (la de Wadding),
fueron diecisiete las epístolas reputadas auténticas, pero su número se vio muy
disminuido en las ediciones críticas posteriores. La exhortación a la
penitencia y a la virtud, la importancia de la pobreza y del amor a Dios y los
preceptos de la orden son algunos de los temas recurrentes de su epistolario.
Se conservan asimismo unas pocas poesías religiosas en latín.
Otras
obras destacadas son las Admonitiones,
que contienen indicaciones de San Francisco para la recta interpretación de la
regla, y De religiosa
habitatione in eremo, dirigida a los frailes deseosos de llevar una vida
eremítica. Las Admonitiones muestran sus ideas morales en
advertencias prácticas dadas a sus hermanos, fruto de un continuo análisis de
la propia vida interior. Fundada en el Evangelio y las Epístolas de San Pablo,
esta moral se halla centrada por completo en el primer precepto, el del amor a
Dios por sí mismo y como único bien, del que todos los demás proceden y que se
sitúa por encima de todas las cosas: quien ama al Señor de esta forma lo posee
ya interiormente en la medida en que comprende que, sin Él, la razón de nuestra
vida se hundiría en las tinieblas y la nada.
El Cántico de las criaturas
A estas
obras, todas ellas de alta significación espiritual, debe sumarse una que
reviste además una gran importancia literaria: el Cántico de las criaturas (llamado también Laudes creaturarum oCántico del hermano Sol),
redactado probablemente un año antes de su muerte. Según refiere la leyenda, la
escritura de este poema fue un don y el remedio para su avanzada ceguera. Se
trata de una plegaria a Dios, escrita en dialecto umbrío y compuesta de 33
versos que no tienen un metro regular. La rima repite el mismo modelo
estilístico de la prosa latina medieval y de la poesía bíblica, sobre todo el
delCantar de los cantares.
La
plegaria, cuyo ritmo lento recuerda los rezos matutinos, es de una
extraordinaria belleza. Comienza elogiando la grandeza de Dios y continúa con
la belleza y la bondad del sol y los astros, a los que alaba como hermanos;
para la humildad del hombre reclama el perdón y la dignidad de la muerte. La
maestría poética con que quedó expresado en esta composición el ideal
franciscano tuvo importantes consecuencias literarias y religiosas. No hay que
olvidar que su movimiento espiritual estaba formado en su mayor parte por gente
del pueblo que utilizaba la lengua vulgar; los cantos de esta multitud de
seguidores que recorrían campos y villas se llamaron laudes, y luego fueron
recogidos en loslaudarios o
libros de rezos de las cofradías de devotos. La influencia del poema de San
Francisco y de su literatura derivada se haría visible en la poesía ascética y
mística del Renacimiento.
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